Tejedoras de vida.
"Todo era verdad bajo los árboles, todo era verdad.Yo comprendía todas las cosas como se comprende un fruto con la boca, una luz con los ojos".
Antonio Gamoneda.
"Los árboles son santuarios. Quien sabe hablarles,quien sabe escucharlos, puede aprender la verdad. "
Herman Hesse
Tejedoras de vida.
Solia salir a pasear por este bosque, desde que era niña, sentir la fuerza del agua, el cobijo de los robles, la dulzura en el color de las flores repartidas entre la dureza de rocas apiladas en cúmulos que habian dejado el paso de los glaciares que en otro tiempo habitaron estos lugares. Las sensaciones ahora depuradas constataban una evolución en el observar calmado que había cambiado el correteo alterado de antaño. Se dice que casi todo lo humano está en la infancia, luces y sombras, alegria y tristeza, todo contenido en lo que nos hizo fuertes y felices en ese momento y en lo que después nos haria valientes y constituiria nuestra fortaleza a través de su transformación. El bosque es cambiante también, pero sutil en sus formas, lento despertar, muertes pausadas pero continúas, guardando las esencias de cada ser que lo habita y lo ha habitado. Aún se perciben presencias palpables en una mezcla de comunión entre la magia que alberga y las huellas humanas haciendo un camino conjunto, aveceses ignorándose y otras compartiendo momentos, creando espacios a lo inexplicable. Ignorando que precisamente crear algo no es más que un acto de profundo recuerdo. Que cuando la razón ya no encuentra una explicación posible, un sentimiento te impulsa a creer,a crear, a recordar. Como dice el poeta,estadounidense, Theodore Roethke: "En lo profundo de sus raices, todas las flores mantienen la luz"
Precisamente esas raices son las que me mantuvieron anexa al bosque. La tierra nos sustenta, nos nutre, representa nuestras raíces, de donde venimos, define nuestro cuerpo, y por tanto hacia donde se dirige en su final. Encuentra correspondencia con el simbolo del norte, marcando direccionalidad en la vida. Ese origen viene reflejado en nuestra historia personal adherida ineludiblemente a su vez a la ancestral, plagada de relatos de vivencias, de cuentos y canciones suspendidas entre susurros de palabras.
Y es que me he dado cuenta de que estoy hecha de retales. Retales tejidos de sueños realizados y otros soltados al viento. Puntadas hechas de encuentros y desencuentros. Con incrustaciones de experiencias, leidas con conocimiento de causa y brillando con luz de efectos. Tejidos con hilos que llevan el nombre de mujeres y hombres cosidos a mi historia. Transparencias con esencia de alma. Colorido sombreado, blancos y negros combinados. Filigrana dorada dotada de encanto singular, único y especial.
Marcela Serrano, en su libro, "Antigua vida mia", lo relata asi de bello y conciso: "Una mujer es la historia de sus actos y pensamientos, de sus células y neuronas, de sus heridas y entusiasmos, de sus amores y desamores. Una mujer es inevitablemente la historia de su vientre, de las semillas que en él fecundaron, o no lo hicieron, o dejaron de hacerlo, y del momento aquél, el único en que se es diosa. Una mujer es la historia de lo pequeño, lo trivial, lo cotidiano, la suma de lo callado. Una mujer es siempre la historia de muchos hombres. Una mujer es la historia de su pueblo y de su raza. Y es la historia de sus raíces y de su origen, de cada mujer que fue alimentada por la anterior, para que ella naciera: una mujer es la historia de su sangre. Pero también es la historia de una conciencia y de sus luchas interiores. También una mujer es la historia de su utopia".
La historia de la vida está tejida por mujeres que han portado en su útero memorias ocultas de las raíces más profundas de la tierra. Asi han hilado muy fino, a través de los tiempos, la evolución de la humanidad siendo canal, hilo y ojal de vida. Han puesto letras, colores, melodías y confesiones al entramado del alma y del tiempo, dando luz y arrancando sufrimiento de los pesares. Puntos certeros que cosen heridas propias y ajenas. Nos acunan en sus aguas calientes y dan voz al mundo en el último impulso del alumbramiento en el renacer de cada uno de nosotros.
Existe una leyenda indígena que nos habla sobre una mujer araña llamada Asibikaashi que cuidaba a la gente de la tierra. Esta mujer, velaba por toda criatura de nuestro mundo, inclinándose sobre las cunas y las camas de los niños mientras tejía una fina, delicada y fuerte telaraña que era capaz de atrapar todo mal entre sus hilos y hacerlo desvanecer al alba. Cuando su pueblo se disperso por América del Norte, le comenzó a resultar muy complicado cuidar a todos los niños, por lo que las madres y abuelas tuvieron que comenzar a tejer redes con propiedades mágicas que atrapan los malos sueños y las pesadillas, protegiendo así a sus niños. Y así nació la figura de los atrapasueños, instrumentos de poder de la medicinac chamánica, cuyo origen se remonta a las tribus indias americanas. Su aro, fabricado tradicionalmente por madera de sauce, representa la rueda de la vida que gira sin cesar, la malla o la red son los sueños, anhelos e ilusiones que tejemos en el tiempo de los sueños, en el alma y en el movimiento que generamos con nuestras actividades cotidianas. En el centro de la red está el vacio, el espiritu creador, del "Gran Misterio". El Tiempo de los sueños es influenciado por buenas y malas energías; estas últimas son atrapadas por la malla y se disipan por el agujero central con los primeros rayos de sol. Lo cierto es que no podemos asegurar que los atrapasueños alejen o no los malos sueños, las malas energías o las malas vibraciones pero, sin embargo, resulta pacificador estar en contacto con la cultura india, por la magia que desprende. Por esa magia que alberga, apetece desear a propios y extraños que dejen que la telaraña atrape sus buenos recuerdos y los malos pasen por el agujero del centro y se desvanezcan, dando paso a un nuevo día con la claridad del alba.
Mujeres que giran la rueda de la vida, las ruecas hilando un fino hilo, me traen el recuerdo de las Nornas, diosas nórdicas del destino, bajo la presencia de tres hermanas en tres etapas de la vida, ancianidad: que daba una visión del pasado, maternidad: que relataba en tiempo presente y juventud que abría una puerta de posibilidades hacia lo que podia ser. Cada una tejia una realidad diferente, según lo que tenia que acontecer, las hebras de la trama parecian cuerdas y eran de diversos colores. Entonaban una canción mientras tejian, no por voluntad propia, sino guiadas por una antigua y poderosa fuerza del universo que no tiene principio ni fin.
Nos encontramos otro tipo de movimiento de rueda reflejado, por ejemplo, en la imagen de Catalina de Alejandria, dotada de una gran inteligencia y sabiduría, hacía girar la rueda de su porvenir por sus extensos estudios y conocimientos, y que la situaron al mismo nivel que grandes poetas y filósofos de la época. Pasó a ser Santa Catalina para la iglesia ortodoxa, y mucho más tarde, reconocida por la iglesia católica, reacios ante el origen pagano que envuelve a esta mujer, y que algunos académicos actuales relacionan con Hipatia de Alejandria.
Imprescindible hacer referencia a este fragmento del libro "El infinito en un junco de Irene Vallejo, como un maravilloso telar que dibuja algunas de estas historias y remata la continuidad con puntadas de otras muchas: "Desde tiempos remotos las mujeres han contado historias, han cantado romances y enhebrado versos al amor de la hoguera. Mi madre desplegó ante mi el universo de las historias susurradas, y no por casualidad. A lo largo de los tiempos, han sido sobre todo las mujeres las encargadas de desovillar, en la noche, la memoria de los cuentos. Las tejedoras de relatos y retales. Durante siglos han devanado historias al mismo tiempo que hacian girar la rueca o manejaban la lanzadera del telar. Por eso textos y tejidos comparten tantas palabras: la trama del relato, el nudo del argumento, el hilo de una historia, el desenlace de la narración. Devanarse los sesos. bordar un discurso, hilar fino, urdir una intriga. Por eso los viejos mitos nos hablan de la tela de Penélope, de las túnicas de Nausicaa, de los bordados de Aracne, del hilo de Ariadna, de la hebra de la vida que hilaban las Moiras, del lienzo de los destinos que cosian las Nortas, del tapiz mágico de Sherezade. Aunque ya no soy aquella niña, escribo para que no se acaben los cuentos. Escribo porque no sé coser, ni hacer punto, nunca aprendi a bordar, pero me fascina la delicada urdimbre de las palabras. Cuento mis fantasias ovilladas con sueños y recuerdos. Me siento heredera de esas mujeres que desde siempre han tejido y destejido historias. Escribo para que no se rompa el viejo hilo de voz"
Siguiendo ese fuerte hilo de voz que nos guía por los entramados del alma, que no son otros que los caminos de la vida, pondré mis pies descalzos sobre la tierra y volveré a pasear por este bosque siempre que tenga oportunidad, ninguno de los dos seremos los mismos, aún así nos reconoceremos el uno al otro, y el uno en el otro nos ofreceremos a recordar que hay algo más tanto fuera como dentro.
"Pocas personas saben cómo dar un paseo. Los requisitos son resistencia, ropa sencilla, zapatos viejos, un ojo para la naturaleza, buen humor, gran curiosidad, buen discurso, buen silencio y nada más (R. W. Emerson)
Verónica Esteban Esteban.
Tejedoras.
"Caían los primeros copos de nieve sobre la calleja. Su estrechez, hacía que el viento gélido pasara de largo silbando una melodía. Todo era música en el silencio invernal, aunque también había sonidos que estremecían, tanto, como se conmovían la madera, el hielo en los neveros que daban al norte y las escasas hojas que aún pululaban a merced del tiempo. La casa se iluminaba con pequeñas lámparas de aceite colocadas en los enclaves más estratégicos, una junto a la puerta, otra se elevaba junto a los pies de la escalera, la parte de atrás permanecía oscura hasta que se visitaba a los animales de la cuadra. Las siguientes estaban en el piso de arriba, apagadas en las alcobas hasta que el sueño cedía, y también en la cocina donde el fuego alimentaba la claridad de la estancia. Se puede decir que eran tiempos oscuros donde la luz despuntaba amaneceres en los rincones del hogar. Quizás por eso el sonido alcanzaba a aclarar los sentidos y los pensamientos que alborotados iban y venían, y te dejaban helado, como el temporal que estaba arreciando de paredes hacia fuera. Así pues, en la casa había melodía, la abuela se sentaba al lado de la lumbre y canturreaba mientras daba vueltas a la rueca. Desde la puerta se escuchaba el cantar difuso y lejano que entonaba el camino hasta el centro neurálgico de la actividad sensorial, intelectual e industrial de la familia. Toda una cosmovisión concentrada. En torno al fuego se hacen hogar, negocios y soledad. Momentos de desasosiego y de esperanza en el minúsculo habitáculo que escondía y dejaba ver según la maestría que iban adquiriendo sus habitantes. El pastoreo y el cultivo de cereales, eran la principal fuente de vida en torno a la que giraba la atención de la familia. El verano quedaba lejano, las ovejas habían sido esquiladas y la lana secada al sol después de lavarla en el río, se guardada en vellones a cubierto cuando llegaba el tiempo más húmedo. Éstos, estaban apelmazados, como si una maraña de pensamientos se enredarse en el pelo y con un peine pusieran orden en el sentido. Se cardaban con afán y el aire que entraba entre una pasada y otra de las cardas, los dotaba de una esponjosa sensación de suave limpieza, como si solo quedase aquello que por alguna razón debía de estar. Lo justo. Después de desenmarañar con paciencia cada uno, se sacaban con un movimiento en la dirección contraria. Una especie de equilibrio que centraba de nuevo la atención en la totalidad del proceso. Las primeras cardas estaban hechas de púas de cardo poniendo de manifiesto la inclusión natural de la humanidad en su entorno, en lo conocido, para después de intuirse capacitados siguieran construyendo en y para la comunidad. Los vellones cardados se llamaban copos, su blanca volatilidad necesitaba un eje por el que unirse unos a otros y dar consistencia a esas pequeñas nubes de ideas que ya se podían tocar con los dedos. Y así es como paso a paso se hacían pasar por el huso, una guía donde se hilaban formando hebras, que se retorcían al gusto y la destreza de manos experimentadas y experimentales, hasta adquirir la confianza necesaria para formar tres hebras con la rueca. Como si fuese posible acariciar el tiempo mientras pasaba por delante, sin perder de vista de dónde venía y cuál era era su propósito, la calidad de los ovillos se revaluaba en esa condición: ser, estar y sentir en todo momento. Una vez terminado este proceso que se situaba cercano a un ritual de iniciación, todo estaba preparado para dar forma a la vida de nuevos aparejos, prendas y existencias. Un final lleno de comienzos y posibilidades que darían frutos en los dispuestos a comprender que era más que un tejido, que existían miles de conclusiones de vida alrededor de cada hilo, de cada puntada, de cada nudo, y que el desenlace era el sonido que había estado acompañando a las tejedoras y que dejaban prendido, condensado por si te servía. Y claro que servía."
Verónica Esteban Esteban.
LA RUECA
La Virgen cantaba,
La dueña dormía...
La rueca giraba
Loca de alegría.
-Cordero divino.
Tus blancos vellones
No igualan al lino
De mis ilusiones!-
Gira, rueca mía,
Gira, gira al viento...
¡Amanece el día
De mi casamiento!
Hila con cuidado
Mi velo de nieve,
Que vendrá el amado
Que al altar me lleve!
Se acerca... Lo siento
Cruzar la llanura...
Sueña la ternura
De su voz el viento...
¡Gira, rueca loca,
Gira, gira, giral...
Su labio suspira
Por besar mi boca!
Gira, que mañana,
Cuando al alba cante
La clara campana,
Llegará mi amante!
-¡Cordero divino,
Tus blancos vellones
No igualan al lino
De mis ilusiones!-
La luz se apagaba,
La dueña dormía;
La Virgen hilaba
Y sólo se oía
La voz crepitante
de la leña seca...
¡Y el loco y constante
Girar de la rueca!
Teodoro Esteban Esteban.
Al enseñar,
sano,
y al sanar,
aprendo.
Responsabilidad y ejemplo.
En este álbum podrás encontrar inspiración visual para dar soporte a tu creatividad en relación al texto, puedes hacer un ejercicio de relación simbólica guiada por la esencia de tu Kokoro. Deja que sea una o varias de las esencias primordiales quienes arriben en las imágenes y anota lo que te sugieren. Si quieres compartir tus descubrimientos o aportar nuevas curiosidades no dudes en usar el formulario que tienes a continuación. También puedes comentar tus impresiones en el apartado de comentarios, si lo deseas, y aparecerán como estación para otros viajeros. Buen viaje.
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Comentarios
¡Me encanta! ❤️
Muchas gracias Esther por dejarte impregnar de la esencia de estas tejedoras que somos todos.🙏🏻❣️