Deseo y necesidad.
El deseo es un camino que se elige transitar, ya sea consciente o inconsciente. Su instancia más pura viene desde el sentimiento de una necesidad profunda de cambio. Se recorre el deseo latente de ser realidad hasta ser verdad.
"Desear la sonrisa de una boca es desear esa boca en su expresión. Imposible desear así sin amor. Y cuando el amor es profundo, siempre tiende hacia eso. Son siempre detalles análogos los que lo encienden y lo hacen desbordar. Quien desea besar una boca sonriente puede no sentir amor. Pero quien desea besar la sonrisa de una boca, "il disiato riso", no puede sino amar. Ahí radica la diferencia."
Victoria Ocampo.
El deseo nos hace sentir únicos y especiales. Es una de las aportaciones de la austera soledad, que hace brillar el sol. Pero su verdadera esencia va más allá, se sitúa cada vez más cerca de encontrar puntos comunes, puentes por donde cruzar y no ser arrastrados, o fluir levemente hasta fundirse con el mar, donde vivir una experiencia común a la humanidad. Un cambio de conciencia que lleve a una experiencia plural de esa conciencia. Nos impulsa a vencer miedos y sacar valor, mientras se superan inseguridades y se produce la activación, para compartir esa experiencia.
Un deseo consciente que reconoce su necesidad asociada, hace un balance de posibilidades a la vez que de resultados, dando origen (originalidad) y estabilidad, a la toma y resolución, de enigmas y acciones.
El discernimiento presencial nos procura la cura de realidad que necesitamos para no ejercer presión sobre nosotros mismos y/o los demás utilizando la culpa y culpabilidad como base. Discernir qué posición tomamos y en qué posición estamos. Cuando hacemos una relación global de estados, deseos y necesidades, podemos adquirir la sensación de no llegar a todo, y es así. Según el mundo tal y como lo conocemos, estamos obligados a renunciar a algunas opciones. Aunque la verdadera renuncia que nos propone es precisamente a esa versión del mundo. Una activación de la creatividad en pro de la realidad. No es una cuestión únicamente de elegir, sino de llegar de algún modo a lo que es justo para ese momento. Ésto viene marcado por una escala de conciencia que evita las repeticiones abusivas. Cuando uno da durante mucho tiempo vueltas en círculo, va hundiendo sus pies en la tierra y con ello a todo y todos los que estén por debajo. Algo así como cabar su propia tumba y una fosa común. Ya decía Einstein que si se quieren otros resultados no sé puede hacer siempre lo mismo. No se puede girar constantemente entorno a aquello que nos hunde, porque estaríamos construyendo una arquitectura estereotipada y repetitiva como en un laberinto del que no se sale. Muriendo por miedo al cambio.
"Si yo fuera aún capaz de desear algo para mí, ello no sería ni las riquezas ni el poder, sino la pasión de la posibilidad, ese ojo eternamente joven y eternamente ardiente que por todos lados ve posibilidades."
Søren Kierkegaard.
El estímulo del deseo impera en el temor a la muerte de una forma subyacente. Estremece la incertidumbre de no saber cómo se desarrolla la finitud, pero en ese instante, el de morir, es cuando el cuerpo, el peso y la gravedad se desintegran y el alma vuela. Por eso el fervor acelera la premura que confunde las emociones. Y para comprender las emociones no podemos llegar sólo con lo que impone la evidencia sino también con lo que impulsa la imaginación, en muchas ocasiones más real que lo que a simple vista ordena la previsión de lo que debe ser y que lleva tan a menudo a la decepción. Es la creatividad la que permite elevar un hecho común al rango de obra de arte y cómo sucede es un misterio, es el misterio de la muerte que hace que ardamos en deseo de ingravidez.
De hecho hay un término en griego Meraki que significa hacer algo con amor y creatividad, poniendo el alma en ello.
¿Y qué es el alma? Es un símbolo de todo aquello que desconocemos de nosotros mismos, desde los suburbios calcinados del deseo hasta la incierta superposición que creamos a escala real, la transformación de deseos en actitudes y de temperamento en carácter que apegada a la vida busca el elixir de trascendencia del espíritu. El alma no envejece, ni muere, madura.
Verónica Esteban Esteban.
"Toda cosa bella tiene la marca de la eternidad. El gozo es la plenitud de la realidad. El deseo de luz produce luz, hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención. Es realmente la luz que se desea cuando cualquier otro móvil está ausente. Aunque los esfuerzos de atención fueran durante años aparentemente estériles, un día, una luz exactamente proporcional a esos esfuerzos inundará el alma. Cada esfuerzo añade un poco más de oro a un tesoro que nada en el mundo puede sustraer."
Simone Weil.
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